Por la boca del niño la bestia del miedo dejo oír su voz de angustia primero se cava el agujero del miedo, y lo mejor que puede pasar es que pueda decir su nombre (1).

I

Descartes (1649) se refiere a la tristeza como una de pasiones del alma. Hace una referencia de ella en los niños, y sostiene que ésta produce llanto incluso cuando va acompañada de amor debido al flujo sanguíneo que aumenta y es enviado al corazón en la pasión del amor (2).

Afirma que los niños poseen bastante sangre para producir muchos vapores que salen de los ojos y que se convierten en lágrimas cuando la tristeza retarda su movimiento.

Otros palidecen en vez de llorar porque son propensos al odio o al miedo, estos afectos –el odio y el miedo– son pasiones que disminuyen la sustancia de las lágrimas, infiere que los que lloran son más propensos al amor y a la piedad.

Para Descartes los efectos de las pasiones provienen de la relación entre alma y cuerpo. Acto corporal con pensamiento. Alianza entre el cuerpo y sus órganos.

Podemos decir con los postulados freudianos que órgano y cuerpo se hacen escuchar, hacen marca mediante la pulsión y sus efectos. Se trata de otros humores.

En Freud la angustia es uno de los destinos de la pulsión y un estado afectivo. La novedad en Lacan, es que dicho estado afectivo, es el único que no engaña. Afecto agazapado en los pliegues del cuerpo.

Freud supo escuchar a Hans y a su padre, éste le manifestó que llegado el momento de publicar el caso, hiciese un llamado de atención sobre la violencia de la angustia, sino de otro modo se corría el riesgo de usar correctivos, por ejemplo, los castigos corporales, lo expresa así: “De haberle dado una buena paliza, seguramente Hans habría salido a la calle” (3).

Ese llamado de atención, despabiló a los conservadores de su época que siguieron a Freud en la introducción de un cambio paradigmático en el estatuto de la infancia.

A su vez, Freud no fue indiferente a los efectos dañosos de algunas pedagogías; es verdaderamente elocuente su posición en relación con la función de los maestros. Sostenía que solo es un educador quien se forma para el conocimiento de la psique infantil, de las mociones pulsionales perversas que afloran en ellos (4).

Acallar “malas conductas” con una excesiva severidad sin saber a qué responde, será siempre inoportuno, dado que una violenta sofocación no las extingue ni las controla. En otros términos, absolutamente contraindicadas. Una estrategia al servicio de la singularidad.

Tanto los pedagogos como los psicoanalistas tienen que estar advertidos e ir a contrapelo de los sistemas de control y clasificaciones automáticas.

II

En nuestra actualidad local y a escala mundial, se observa un intento de adormecimiento que arrasa a los sujetos. Hipermodernidad que rechaza el amor, el inconciente y los lazos haciendo consistir su alfabe(s)tialización (5).

El miedo atenaza la angustia y se expresa. A los miedos hay que dejarlos cursar, nunca sofocarlos ni corregirlos. Si las fobias en la infancia es lo que evita el desarrollo de la angustia, ese autotratamiento ya es solución.

La angustia se dice, se llora, se grita es a la vez marca de una herida y construcción de un borde, muros psíquicos que hacen serie con el pudor, la vergüenza y el asco.

Pliegues ante la violencia de la angustia, violenta por su carácter invasivo. Violencia que desgaja el velo, indicando un peligro en el sujeto, desvalido en su impotencia ante el encuentro con lo ominoso, estado afectivo que no engaña, es certeza ante alg0 (6), certidumbre ante lo real.

Ahora bien, modulando un poco más el asunto, la angustia no surge únicamente ante la pérdida o ausencia de algo sino porque ese “ante algo” es presencia de algo familiar que cambia su signo.

Silvia Bermudez. Miembro de la EOL y de la AMP.

 

  1. Roy, D., El miedo en los niños. Buenos Aires: Paidós. 2011.
  2. Descartes, R., Tratado de las pasiones del alma. Artículo 130-134. Buenos Aires: Ediciones Clásicos. JCV. 2008, pp. 106-111.
  3. Freud, S., (1909) Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras completas. Tomo X. Buenos Aires: Amorrortu.1999, p.81. El subrayado es mío.
  4. Freud, S., (1913) Un interés pedagógico por el psicoanálisis. Obras completas, Tomo XIII. Buenos Aires: Amorrortu.1999, p 191.
  5. Neologismo de Lacan trabajado en: Bermúdez, S., El saber despatetiza a verdad: Alfabe(s)tialización. Hacia un decir menos tonto. Analizar-Gobernar-Educar-Tres imposibles. Buenos Aires: Letra Viva. 2014, pp. 75-84.
  6. Freud, S., (1926 [1924]) Inhibición, síntoma y angustia. Obras completas. Tomo XX. Addenda. Buenos Aires: Amorrortu. 1992, p.154.