En la clínica con adolescentes encontramos más que nunca la fórmula de Lacan, el Otro no existe, la cual propone un saber hacer sin Otro.

Lacan toma en su última enseñanza la lógica de los nudos, propone que los tres registros son equivalentes, y que lo que interesa es la articulación entre ellos y el orden de dicha articulación. ¿Con qué cuerpo nos encontramos entonces?

Jacques-Alain Miller refiere en La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica: “…podríamos interesarnos en la corporización contemporánea en la que el Otro no existe, donde el cuerpo tiende a ser abandonado por las normas y es retomado, pasa a ser el asiento de las invenciones que intentan responder a la pregunta sobre qué hacer con su cuerpo. Asistimos pues… a esas invenciones de corporización que son los piercing, el body art, pero también a lo que inflige al cuerpo la dictadura de la higiene…” (1).

Recibo un adolescente en consulta que se presenta diciendo, “…me interesa el psicoanálisis porque me da otra perspectiva a la pregunta de ¿soy bipolar, soy asperger?, podría ser ¿soy neurótico o soy psicótico?; aunque mi verdadera pregunta es quién soy, qué quiero ser. Hay un muro en mí y al venir aquí he podido atravesarlo.” Refiere que hablarle al padre es como hacerlo a un pozo, no vuelve nada. Explica que su olor es un signo de malestar o bienestar sobre su cuerpo, así pasa días sin ducharse, para saber sobre su cuerpo. Cuando viene a la consulta, se ducha: “el límite es el otro, yo puedo soportar mi olor, el otro no.”

Otra adolescente tuvo una crisis de ansiedad tan intensa que se empezó a cortar. Sus padres la encuentran y la llevan al hospital. No puede entender lo que pasó, se desconoce. La única manera de restituir ese agujero de significación es tatuarse. Pero tatuarse el cuerpo con el cuerpo del Otro, primero su hermana, luego su tía. “El tatuaje es una metáfora de lo que pasó, un símbolo de que eso pasó, que va a quedar siempre ahí, en el cuerpo. Símbolo de que sigo luchando, y que esa lucha es compartida. Habrá más tatuajes.”

Una adolescente quinceañera no sabe qué hacer con su cuerpo, y lo entrega como objeto de uso, de goce a los chicos, a todo aquel que se fije en ella. Promiscuidad acompañada de abandono escolar. A través del Otro de la transferencia empieza a hablar acerca de su rechazo a los cuerpos, a encontrar un límite a esa deriva, a decir qué es de su cuerpo. Un cuerpo que además recibe poca comida, porque nada le causa deseo de comer, más bien lo contrario; casi todo le da asco. Después de varias deserciones escolares, decide donde quiere estudiar y qué.

Quisiera tomar una cita de Lacan en el Seminario 20: “Mi hipótesis es que el individuo afectado de inconsciente es el mismo que hace lo que yo llamo sujeto de un significante.” (2) Esta hipótesis, dice Miller, implica que el significante no tiene solamente efecto de significado, sino también de afecto en un cuerpo. Y agrega: “el término afecto debe ser entendido en sentido amplio: se trata de lo que perturba, deja huella en el cuerpo” (3).

Mi pregunta sería: ¿Y si este afecto que deja huella ya no está sujeto por un significante? Nuestro trabajo será empezar a pensarlo de Otra manera.

Renata Cuchiarelli. Andorra. Socia de la ELP. Sede de Cataluña.

 

  1. J. A. Miller. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Buenos Aires 2006 Ed. Paidós. p. 398-399.
  2. J. Lacan. El Seminario: libro 20. Aún. Buenos Aires 1982 Ed. Paidós. p, 171.
  3. J. A. Miller. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. p 376-377.