Entre todos los ejes temáticos propuestos para las Jornadas, me interesa particularmente el que lleva por título “Ser hablante y multitud”.

En el pensamiento político contemporáneo, de hecho, se hacen ciertas distinciones relativas a la multitud. La masa, que es una multiplicidad indefinida de individuos, se distingue del pueblo que está vinculado a la noción de soberanía, y éste a su vez se distingue también de la clase a la que se la clasifica a partir de la oposición clase trabajadora/clase burguesa; estas distinciones recaen sobre la lógica categórica, que es la misma que subyace bajo el imperio del DSM.

Todos los conceptos, a los que la multitud se opone, subyacen al criterio de la representación: la soberanía del pueblo habla a través de sus representantes, las clases se expresan a través de sus delegados, la masa en su deriva populista habla por boca de un “jefe”.

La multitud es un conjunto de la singularidad no representada y exige que los sujetos hablen por cuenta propia. Se trata de algo opuesto a lo maleable de la masa inerte, porque en la multitud existe la idea de una potencia, de una productividad, de un movimiento.

Negri, define la multitud como “la carne de la vida”, y la carne -dice- no es materia, es decir, no es inerte. Para dar un concepto, que clarifique, incorpora la definición de Merleau-Ponty quien asimila la carne a un elemento, en el antiguo sentido de la sabiduría, en el sentido del fuego, aire, tierra, agua.

Esta idea de una carne atravesada por la lengua, es la propia definición de la pulsión en su versión freudiana, todavía impregnada de un lenguaje que inevitablemente apelaba a la representación. Para liberar la pulsión de esta implicación con la representación, Lacan ha trabajado el término de Vorstellungsräpresentanz el cual, al ser el punto central de la represión primaria, deviene la marca de lo irrepresentable, el signo que hace presente lo que se sustrae de lo visible, la carne como la multitud que se hace irreconocible al Uno.

En la sublimación los artistas introducen sensiblemente aquello que de otro modo es imposible que se pueda percibir. Paul Klee decía que el pintor no reproduce aquello que es visible, sino que lo “hace visible”. John Cage, en su trabajo sobre el sonido lo afinó de tal forma hasta llegar a hacer perceptible el silencio.

La sublimación hace vivir y durar aquello que en la pulsión sería solo consumo, dilapidar y devorar inmediatamente. El arte, aquel que podemos llamar verdadero, se sustrae al dominio de la representación porque se despliega bajo las sensaciones, que no se clasifican pero que recogen la pura singularidad. Por eso todo artista es un herético, porque habla de la singularidad que hay en la multitud.

En la clínica psicoanalítica seguimos el trazo herético del sujeto si en vez de dispersarnos en las variaciones del sentido, nos orientamos por la interpretación de lo pulsional en la multitud. La carne no es inerte porque está animada por la palabra. La interpretación del deseo no apunta al sentido, que siempre recae en el sentido común, sigue ahora los infinitos laberintos de una carne que habla a través de la resonancia de lalangue como en Joyce, como en Góngora, como en Celine, como en Gadda.

Marco Focchi (SLP).

Traducción Cristina Califano.