Lacan nunca dejó de articular los efectos sobre cada uno de los seres parlantes que somos, con el discurso de época. Su tesis de que no hay sujeto sin su Otro siguió vigente hasta muy avanzada su enseñanza. La novedad se plantea cuando el acento pasa de estar puesto sobre el sujeto, determinado por el lenguaje, al parlêtre, cuerpo que habla afectado por ello.

Conocemos la teoría freudiana de la constitución de la masa a partir del modelo de la hipnosis y con el fundamento de la identificación (1). Es un modo de lazo social, y muy sólido como se ha demostrado a lo largo de la historia. Con Lacan sabemos que se constituye bajo la égida de un Significante Amo. La estructura del Discurso del Amo concuerda con la masa como pegamento social. Es un “orden social” con el NDP, S1, que introduce un orden en el mundo imaginario «de la madre»: «mundo de sombras» dice Lacan, en el que todo es posible y las significaciones no están fijadas.

Lacan no dejó de volver al capítulo que Freud dedicó a la identificación. La primera identificación, al padre «anterior a toda relación de objeto», es la que hace preguntarnos qué estatuto tiene. Lacan no la puede subsumir en la identificación al rasgo unario, cuando da la estructura significante de la identificación. Retoma las expresiones freudianas de introyección y de canibalismo para referirse a ella. Primer tiempo de la alienación dirá Lacan.

En el Seminario 21 (2) interpreta otro modo de estar en lo social sin la identificación. Lo social, sin el padre. Lacan retoma la primera identificación freudiana y recuerda que Freud al intentar confrontar el amor con la identificación se encuentra que el amor «participa de una u otra manera de la identificación». Es ahí cuando introduce «el sesgo de un momento que es aquel que vivimos en la historia»: «El de la pérdida de lo que se soportaría en la dimensión del amor, el NDP». Y sitúa entonces en su lugar al «Ser nombrado para» que, «en el punto de la historia en que nos hallamos se ve preferir, pasar antes, que lo que tiene que ver con el NDP». Se preferiría al «orden» simbólico introducido por NDP que instaura el régimen de las identificaciones. Así «ser nombrado para una función» es sin el padre. «La madre, dice Lacan (…su deseo…) basta por si sola para designar su proyecto, para efectuar su trazado, para indicar su camino».

Lo social entonces toma, más que la forma de la masa freudiana, «un predominio de nudo» que restituye un «orden» que Lacan califica de «orden de hierro». Frente a la plasticidad del régimen de las identificaciones, un anudamiento rígido. Lacan no duda en remitirlo al retorno en lo Real de la forclusión.

Jacques-Alain Miller (3), nos anima a situar los indicios en los que buscar la psicosis en lo que denomina una triple externalidad: una externalidad social, una externalidad corporal y una externalidad subjetiva. La externalidad social responde a la pregunta acerca del lugar que el sujeto puede sostener en el Otro, en lo social, al lugar que puede hacerse en la vida. La vertiente de la desconexión, mantenida o sucesiva la hemos tenido más presente en nuestras discusiones clínicas. Miller introduce la forma positiva de esta externalidad social: una inserción sin el lazo de la identificación, la de un enganche a una función social que, con apariencia de una identificación sólida, responde a un «ser nombrado para». «cuando un trabajo o una manera de vivir lo sostiene, cuando ser miembro de una organización, de una administración, de un club puede ser el único principio del mundo para alguien». Entonces, la prudencia clínica se impone antes de tocar, para un sujeto, ese elemento que lo anuda y lo inserta.

Montserrat Puig Sabanés.

 

  1. “Una masa es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo” Freud, S.; “Psicología de las masas y análisis del yo” en Obras Completas, Madrid. Biblioteca Nueva.
  2. Clase 10 del 19/3/74.
  3. «Efecto de retorno sobre las psicosis ordinarias» en Freudiana 58, enero/abril 2010. Barcelona 2010.