Atiendo a una niña de cinco años, le pregunto: “¿Qué te pasa?”. Con un hilo de voz me contesta: “Soy hiperactiva”. Según me indican los padres cuando entró en el colegio a los tres años, no podía estarse quieta. La psicóloga le diagnosticó un trastorno de TDAH y toma medicación desde entonces.

En casa está más tranquila.

En la siguiente sesión le propongo empezar a dibujar para intentar averiguar qué le pasa. Empieza hacer una serie de dibujos en los que se evidencia que ella no tiene un lugar, va expresando su angustia de separarse de sus padres y al volver no tener lugar entre ellos, solo su hermano tendría su lugar, esto se le hace muy evidente cuando se separa de sus padres para ir al colegio, y crea su inquietud. En cierto momento me dice que es adoptada. Sus padres la quieren mucho, como a su hermano, son unos padres muy preocupados por sus hijos y bastante sensatos, creo que más bien sintomatiza la cuestión antes de la adopción, los problemas con este primer Otro donde Freud sitúa uno de los mayores traumas que puede padecer el ser humano.

Esta niña despliega su síntoma analítico, empieza sus articulaciones significantes que metaforizan estos primeros traumas, va trabajando sus identificaciones, hay un movimiento significante, y puede hacer construcciones nuevas y nuevas identificaciones, más acordes a su deseo.

¿Qué pensar de esta otra identificación con la que el Otro la designa: “eres hiperactiva”? Es una identificación frágil, desaparece en cuanto empieza a hablar en el análisis, el Otro la introduce en la categoría de los hiperactivos y la medica, sin tener para nada en cuenta su sufrimiento particular ni siquiera puede hablar de él, se trata de un organismo enfermo y se medica, se la segrega de entre sus compañeros “normales”. Sin la intervención de un análisis quizá esta identificación “hiperactiva” hubiese cristalizado en una identidad. La medicalización de la infancia forma parte de la actualidad política que estamos viviendo, la administración controlará la patología infantil y la ciencia su tratamiento, lo que el psicoanálisis denuncia como biopolítica. Nos encontramos en la clínica con las nuevas formas de patología que produce: en los niños, aún no sabemos la gravedad de sus consecuencias, en los adolescentes con consecuencias muy graves, y en los adultos…

Finalmente, comprobamos que el psicoanálisis es riguroso en su forma de leer la clínica, tres años más tarde los padres volvieron para una nueva consulta, el colegio iba bien, pero me describía la madre, su hija tenía lo que llamaríamos dificultades para habitar su cuerpo. Mi pequeña paciente se las había arreglado con el significante y ahora se las tenía que arreglar, seguramente, con su forma particular de goce en el cuerpo.

Magdalena Climent.