Los tiempos y las modalidades identificatorias que acompañan la salida de la infancia se modifican de manera correlativa a los cambios que se producen en el discurso amo; cambios que han ido ampliando el abanico de modalidades de goce que éste tolera/incluye/impone, y adelantando el momento en el que el sujeto es autorizado/alentado/empujado a experimentarlas.

Tal como señala Miller en una conferencia (1) de 2015 que tomo como hilo conductor para esta nota, este tránsito se produce según una modalidad que Lacan (2) nombró como “la inmixión del adulto” en el niño, que comporta hoy un empuje cada vez más temprano y decidido a las modalidades de goce del adulto y a los semblantes que las acompañan.

Ello parece más constatable en el caso de las niñas, por su precoz disposición –tal como señala Miller en el texto citado- a “hacer la mujer”, pero no según la modalidad que Freud (3) atribuye a la posición de la niña frente a la sexualidad en la fase previa a la pubertad: mayor tendencia a la inhibición, a la represión y al pudor.

Vemos esta inmixión del adulto en ciertas figuras contemporáneas específicamente orientadas a las niñas, y que la globalización ha convertido en iconos planetarios. El caso más revelador ha sido, en este sentido, el de Milley Cirus, la actriz que pasó de protagonizar cándidas historias como niña Disney a proponerse como modelo erotizado y transgresor de toda una generación de adolescentes.

El paso siguiente lo ha dado Ariana Grande, que ha pasado en pocos años del teatro infantil a la música pop y, ya en esta, a cultivar una imagen en la que se combinan los rasgos de una Lolita muy próxima aún a la infancia, con un despliegue de actitudes de seducción explícitamente sexualizadas, que el video de la canción que da nombre a su gira actual – muestra con toda claridad.

Pero el paso dado por Ariana Grande supone también una novedad en cuanto al público al que se dirige –y al que ofrece un yo ideal que llama a una nueva identificación- que ya no son solo las adolescentes sino, especialmente, las preadolescentes, incluyendo en esta categoría un porcentaje importante de niñas de entre ocho y diez años.

De Eros a Thanatos

El atentado contra el concierto en Manchester de su gira Dangerous woman –en el que una de las veintidós víctimas era una niña de ocho años- puede ser leído desde otro de los apartados del citado texto de Miller. Ahí, sitúa la estrategia del Estado islámico –en la que se inscribe la masacre de Manchester- como su respuesta, por la vía de la pulsión de muerte, al acontecimiento que comporta la adolescencia: “la entrada, entre los objetos del deseo, de aquello que Lacan aisló como el cuerpo del Otro”.

Si Ariana Grande y sus fans bordean lo dangerous en juego en la no relación sexual mediante artificios del semblante y la sublimación –la música, la canción, el baile, una estética particular- los verdugos del EI la abordan poniendo en acto su furor por destruir el cuerpo del otro, efecto de la alianza entre una identificación –al servidor de la “voluntad de muerte inscrita en el Otro”- y la pulsión agresiva: se trata aquí de la emergencia de un real, del goce que toda civilización tiende a refrenar.

Josep María Panés.

 

  1. J.-A. Miller, “En dirección a la adolescencia”, El psicoanálisis nº28 , Barcelona, ELP, pp. (15-25).
  2. J. Lacan, “Juventud de Gide o la letra y el deseo”, Escritos 2, México, Siglo XXI, 1984, p. 737.
  3. S. Freud, “Tres ensayos para una teoría sexual”, Obras completas, vol. IV, Madrid, Biblioteca Nueva, 1083, p. 1223.