El descuido de la infancia
Hace más de cien años, Freud (1) descubría que la amnesia infantil que oculta los comienzos de la vida sexual se redobla en la omisión de la opinión popular y científica en el desarrollo del niño, no sin graves consecuencias. ¿La causa?: “Un fenómeno psíquico que hasta ahora se ha sustraído de toda explicación” (2). Lacan llamó troumatisme a esa satisfacción, que viene del cuerpo y produce un agujero (trou) en el saber, de la que el niño no puede poner palabras pero de la que tampoco se puede deshacer, pues no cesa de no escribirse.
Freud plantea que el carácter más notable de la vida sexual humana es su acometida en dos tiempos, la primera infancia y la pubertad, con una pausa intermedia: la latencia, es decir, el aplazamiento de la plena disposición de la actividad sexual (3). Si bien el influjo de las mociones sexuales infantiles no cesa, es desviada y aplicada a otros fines, orientadas hacia nuevas metas como la sublimación. Se edifican a manera de diques: el asco, el sentimiento de la vergüenza y los reclamos ideales en lo estético y lo moral, que serán inhibidores en el camino de la pulsión sexual y angostarán su curso. Dicha pausa se produce sin ninguna ayuda de la educación (4), pero puede ser interrumpida por aquellas organizaciones culturales que la sofocan y advierte que la precocidad sexual se exterioriza en el acortamiento o la eliminación de dicho período y se convierte en causa de inclinaciones a la perversión o en fuerzas pulsionales de síntomas neuróticos.
Hace falta tiempo (5).
¿Qué sucede hoy con ese tiempo en el transcurrir de los avatares de la constitución subjetiva? Con nuevos ropajes, podemos leer la actualidad de la interrupción del tiempo necesario para abordar el camino en que el sujeto se va construyendo a partir de la causa perdida que supone la castración. En el reclamo de algunos padres y profesionales acerca de que los niños y las niñas no jueguen separados en los patios de los colegios (6), se intenta eliminar la vergüenza, barrera necesaria para el desarrollo de la sexualidad.
Otro ejemplo: “A los cuatro años de edad, la mayoría de los niños se sienten estables con su identidad de género” (7), propone obturar el abordaje de la sexualidad infantil, aquello que los niños dicen sobre sus fantasías, miedos, deseos y que hace existir no la relación sexual, sino la relación simbólica, la significantización que desata al falo del órgano y lo sitúa en relación con el lenguaje, pues la sexualidad humana está organizada por él, es una construcción (8).
Si las frágiles identidades nos muestran la falta de interés del sujeto por el Otro, el poco valor que tiene el saber subjetivado, el discurso psicoanalítico nos muestra el interés por el sujeto y su singularidad, por lo real que lo causa y le concierne.
“Y ello exige tomarnos el tiempo, bajo transferencia, de disolver la certidumbre engañosa de que el cuerpo más real del ser hablante es el cuerpo cuyas coordenadas es capaz de ofrecer la ciencia” (9).
Karina Piluso.
- S. Freud, “Tres ensayos de teoría sexual” (1905), Obras Completas, vol VII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1995, p. 159.
- Ibid., p.158.
- S. Freud, “Presentación autobiográfica” (1925), Obras Completas, vol XX, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2004, p. 35.
- S. Freud, “Tres ensayos de teoría sexual” (1905), Obras Completas, vol VII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1995, p. 161.
- J. Lacan, “Radiofonía”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 449.
- “Niñas en los porches y niños en las pistas”, Playground, 18/04/2017.
- “El desarrollo de la identidad de género en los niños”, Healhy Children.
- M. Álvarez, “La pasión transexual, ¿convicción o certeza?” Freudiana, Barcelona, RBA, nº 71, mayo-agosto 2014, p. 87.
- E. Berenguer, “Identidades que hablan al cuerpo”, Yo soy… Todos somos… El psicoanálisis ante las nuevas identidades.