En los Centros de Salud Mental para Niños y adolescentes la novedad no es la petición de un diagnostico, lo que ha aumentado es la exigencia y su utilización.

Los padres se acercan solicitando un diagnóstico respaldados, en ocasiones, por sus abogados que indican la conveniencia de que sus hijos tengan una evaluación para conseguir custodias, visitas o pensión alimenticia. Asesorados por los orientadores de los colegios para lograr cambios, exhortados por los pediatras y más etcéteras.

No se trata de un sin sentido, lo que le ocurre a ese niño está ya clasificado, tiene su sentido dentro de alguna clasificación.

En los colegios, en los servicios de pediatría, se recomienda tener un diagnostico con el que se obtenga un posible beneficio.

El diagnostico no se cuestiona, no se toca, el niño, el adolescente pertenecerá a uno o a otro encasillado, tenemos numerosos y variados.

El síntoma, si lo hubiera, está diciendo una verdad y también implica una satisfacción.

No hay una búsqueda de saber que de sentido, con ese exceso de significación ¿cómo hacer surgir significantes hechos de sin-sentido?

Se trata de dar la vuelta a ese saber localizado en otra cosa, se trata de ese otro saber que el sujeto acarrea con su historia.

¿Cómo desarticular el significante que produce efectos de sentido, del sentido de goce, cuando quien solicita nuestra actuación apunta a su hijo?

Conseguir que el sujeto alcance destapar el real, desde donde sus dichos tienen el sentido de la clasificación y velan su goce, es una orientación que puede hacer rectificar y en algunos casos transformar esas peticiones y exigencias.

Se trata de extraer al sujeto que las clasificaciones acallan.

Miller hace referencia a los comentarios sobre el ruiseñor de Keats, “Oda a un ruiseñor “que el poeta compuso en Hampstead y que llevaron a algunas interpretaciones posteriores:

“Es lo que propongo como la perspectiva lacaniana: en efecto, el animal justifica el platonismo porque realiza totalmente la especie, y se puede decir que lo hace de manera exhaustiva, en tanto ejemplar. Pero el ser hablante, el sujeto, el ser de lenguaje, nunca realiza ninguna clase de manera exhaustiva“ (1).

La infancia está llevada en la actualidad a ser el objeto clasificable por excelencia. Los niños son presentados como sus referentes en listas y catálogos.

Orientarse en esta locura generalizada en torno a ciertas fabricaciones ”identitarias” conmociona.

La propuesta es la orientación a través de lo real de sufrimiento que conlleva el síntoma.

Ángela Mancho.

 

  1. Miller J.A. “El ruiseñor de Lacan “ en Del Edipo a la sexuación, Buenos Aires. ICBA. Paidós, 2001.