CITAS DE OTROS AUTORES DEL CAMPO FREUDIANO

El estatus de la identificación

«La gran pregunta será entonces: ¿cómo van a recubrirse, cómo va a poder reunirse, en una identificación posible, el sujeto y el lugar del Otro? (…) Hay en Lacan dos respuestas a esta pregunta, una es la que da en “El tiempo lógico…”: para identificarse hace falta tiempo. La segunda, la da en el texto llamado “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”: para identificarse hace falta una topología.»

Éric Laurent, Las paradojas de la identificación.

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«En el fondo, inmediatamente, todo predicado puede aplicarse no a una cualidad, sino a lo que puede estar marcado o no marcado; y esto no afecta al predicado como tal, no lo pone en falta (…). Y allí introduce Lacan un concepto de nombre. La ventaja del nombre es que subsiste cuando el sujeto es inexistente.»

Éric Laurent, Las paradojas de la identificación.

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«Y, en efecto, cuanto más identificado, cuanto más localizado por los significantes está el sujeto, cuanto menos “dupe”, cuanto menos equivocado está en los «nombres del padre», más yerra, más perdido se encuentra en el campo de su goce. Es así como podemos entender el equívoco que Lacan introduce con la pluralización de los nombres-del-padre, “les-non-dupes-errent”, donde el sujeto yerra más en la medida en que es encontrado por sus significantes.»

Miquel Bassols, «Poli-Edipos », Freudiana, nº 41.

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«Uno no se identifica con nadie en realidad, sino con algo, con un rasgo del Otro. La afirmación “usted se identifica con ése” −y “ése” suele ser siempre alguien notorio− parte de un presupuesto engañoso, el presupuesto de la intersubjetividad, la creencia de que el Otro con el que uno se identifica es otro sujeto. En este presupuesto reposa, sin embargo, la consistencia imaginaria de toda comunidad, también la analítica.»

Miquel Bassols, «¿Con qué se identifica usted?», Desescrits.

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«Así pues, a cada proceso de identificación y de su “pasaje” por ella le corresponde de hecho un proceso de separación en el que se juega el goce del sujeto, la separación del objeto que quedaba recubierto y velado por la primera vertiente de la alienación significante.»

Miquel Bassols, «Pasar de la identificación», Blog de la ELP.

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«Conferida al sujeto para hacerse representar en el Otro, la imagen de la persona es el resultado de dos tipos de identificación: una con el objeto, en tanto el sujeto es objeto del Otro, otra con los significantes tomados del Otro. La tensión entre “ser objeto” y “ser significante” está sostenida por la representación de lo que él es para el Otro, es ella la que estructura la persona, ya que el sujeto no puede representarse por sí solo. Si el acceso a su ser y a su deseo permanecen opacos para el sujeto, es en la medida en que tanto el ser como el deseo son reprimidos en el instante de la identificación.»

Vicente Palomera, «De la personalidad al nudo del síntoma».

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«(…) el signo no es el significante. Se alude así a un estatus de la identificación que no es del orden de la cadena S1-S2 –es el I(A) transformado en S1, solo, más bien insignia, pura marca, goce cifrado, que no articula, sino que forma enjambre, pluralización.»

Viviana Berger, «Ideal del yo/ yo ideal», Scilicet. El Cuerpo hablante.

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«Por otro lado, ese cuerpo-imagen, que tenemos se presenta en cierta exterioridad. En lugar de una relación de identidad, tenemos con el cuerpo la misma relación que con un “mueble” [cita a Lacan en el Seminario 23, El Sinthome, p. 151], a tal punto que ese cuerpo −que funciona solo sin que sepamos nada al respecto− puede manifestársenos como extraño a nosotros mismos.»

A. Zenoni, «Imagen del cuerpo/ cuerpo imaginario», Scilicet. El Cuerpo hablante.

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«De un modo general se podrían considerar a las identificaciones como diferentes soluciones y defensas frente a lo real como imposible de soportar.»

M. Furman, «Identificaciones», Scilicet. Un real para el s XXI.

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Masa y segregación

«El sujeto del inconsciente no es, dice Lacan, contradictorio y vano sino vacío y evanescente. Sin embargo, es a él a quien los discursos intentan llamar de una manera u otra. El discurso político, el discurso del amo, hace de la identificación la clave de una captura. Como lo subrayó J.-A. Miller: “Según Lacan, la política procede por identificación, ella manipula los significantes-amo, busca de ese modo capturar al sujeto. Este, hay que decirlo, no demanda más que eso, al ser como inconsciente carente de identidad, vacío, evanescente. (…) El hecho de apuntar a la vacuidad primordial no impide confundir el atravesamiento de las identificaciones con una renuncia a toda identificación, con una retirada del mundo. El psicoanalista puede estar tentado por una extraterritorialidad radical para identificarse mejor con la no-identificación. Creerlo demasiado sería peligroso. Estamos todos identificados por el amo, y susceptibles de ser tratados como tales.»

Éric Laurent, «Impasses de la identidad que se escapa», Lacan Cotidiano, nº 644.

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«El discurso del amo administra significantes-amo que son identificaciones que pueden cristalizar en impasses. El psicoanálisis puede ayudar a que estas identificaciones sean suficientemente flexibles para no provocar fenómenos superyoícos vinculados a la voluntad de mantener una identificación hacia y contra todo. Se ve en el superyó comunitarista, que intenta mantener un lazo social sobre un solo rasgo identificatorio, luego inspira una política de reconocimiento a todo precio de esta identificación. Es un potente disolvente del discurso común. El lazo social es transformado entonces en un enfrentamiento de comunidades.»

Éric Laurent, «El tratamiento de las elecciones forzadas de la pulsión», Lacan Cotidiano, nº 204, p. 8.

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«Los llamados movimientos de masas, y las masas en sí, no son asunto de verdad sino de identificación, o sea, de falta de identidad. Por ello, creyendo ser amos de sí mismos, los miembros de la masa, no hacen más que mostrar que el sujeto parlante es un sujeto faltante de identidad. Es posible que la unión haga la fuerza, pero es menos indudable que la unión es la prueba de la falta-en-ser que el psicoanálisis sabe como lo más propio de los sujetos que componen las masas. Desde este punto de vista, las masas son un remedio de esa falta en ser.»

J. A. Naranjo, «La ‘Psicología de las masas’ a la luz del siglo XXI», Freudiana, nº 46.

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«Para construir la lógica del lazo social, Lacan no parte de la identificación con el líder, sino de un primer rechazo pulsional. Su tiempo lógico acaba en proponer para toda formación humana tres tiempos lógicos según los cuales se articulan el sujeto y el Otro social; 1) Un hombre sabe lo que no es un hombre; 2) Los hombres se reconocen entre ellos; 3) Me afirmo ser un hombre, por temor de ser convencido por los hombres de que no soy un hombre. Esos tiempos de identificación no parten de un saber sobre lo que sería ser hombre, después de un proceso de identificación, sino que esta lógica parte de lo que no es un hombre −Un hombre sabe lo que no es un hombre. Eso no dice nada sobre lo que es un hombre. (…) Esta lógica colectiva está fundada sobre la amenaza de un rechazo primordial, de una forma de racismo: un hombre sabe lo que no es un hombre. Y es una cuestión de goce. No es un hombre aquel al que rechazo como teniendo un goce distinto del mío.»

Éric Laurent, «Racismo 2.0», El Psicoanálisis, nº 28.

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«El resorte de la epidemia clásica es la identificación (…) No se trata, como decía Freud, de tener lo que tiene la otra –la carta de amor del pensionado de señoritas–, sino de ser lo que la otra es, en el punto en que precisamente no se sabe lo que la otra es (…). La identificación que cuenta para Lacan es siempre la que se apropia de un significante por no poder apropiarse de un enigma (…). La epidemia clásica, que interesó siempre a los analistas, es decir, la epidemia histérica, es una rebelión contra el Otro en la medida en que el Otro se equivoca, no da el significante que respondería a la identificación que calmaría la falta en ser. Es porque ese significante no está en el Otro que se produce la rebelión (…). Nada de esta clase de epidemia se sostiene si el Otro no existe.»

Graciela Brodsky, «Epidemias actuales y angustia.»

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Infancia y adolescencia

«En este caso de los adolescentes, la hebefrenia, que es la forma de la esquizofrenia que se desencadena en dicha etapa de la vida, parece dar paso en esta época a desencadenamientos silenciosos, imperceptibles, a formas ordinarias de psicosis que son aquellas que encuentran distintas maneras para mantenerse estabilizadas. En este sentido, en el caso de los adolescentes y cuando de psicosis se trata, se puede inferir que determinados lazos sociales, como la pertenencia a la tribu urbana (gótico, emos, darks, floggers, ratas, etc.) puede permitirles, gracias a la identificación con los semejantes, mantener la psicosis compensada o a menos volverla más flexible.»

Amadeo de Freda D., «El adolescente actual», p. 53.

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«El tratamiento que hace el Otro social de estas problemáticas frecuentemente va de la denuncia a la identificación. Sabemos que la denuncia refuerza, normativiza el discurso, lo perfecciona (Televisión, p. 96) y que la identificación fija el impasse. De esta manera se puede decir que se trabaja, sin saberlo, para la adaptación del sujeto al imperativo dominante. Si la situación se consolida, el sujeto suturado puede devenir resto que aumentará las estadísticas de los accidentes, fracasos escolares, toxicomanías, etc.»

H. Tizio, «Adolescentes, porros, pastillas», Freudiana, nº 16.

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Identificaciones sexuales e identidad sexual

«(…) el descubrimiento de Freud va a ser que las pacientes histéricas, aunque estén todas orientadas por la búsqueda de lo femenino, por la importancia de una especie de figura ideal femenina, están sin embargo determinadas por una identificación masculina. Dicho de otra manera, es a partir de una identificación masculina al deseo del hombre por una mujer, una identificación a lo masculino, que se constituye de algún modo el nudo del síntoma histérico. Este pasaje por una identificación masculina lleva a considerar entonces que en psicoanálisis no podemos responder a la pregunta “¿Qué es una mujer?” por medio de las identificaciones. Es decir, la identificación no permite situarse, afirmarse, como mujer. ¿Por qué? Porque el pasaje por el deseo masculino para definir lo que es una verdadera mujer –la histérica se considera a sí misma como no estando a la altura, no tan bien, no como debería, etc.– por supuesto que erige lo femenino como ideal, pero bajo el modo de privarse de él. Es decir que esta erección de lo femenino por vía de una identificación no produce sobre el sujeto sino un efecto negativo. Y toda la dinámica de las identificaciones que sean, una identificación que se dijese “soy una mujer” o “es una mujer”, implica pasar por el Otro de lo simbólico para tener acceso a lo femenino. Es decir, pasar por la organización significante, por el conjunto de la cadena significante y el conjunto del Otro, para tener acceso a lo femenino. Lo cual produce que éste permanezca inaccesible como tal, o solo alcanzable como un ideal. Lo propio de un ideal es que permanezca como ideal, que nunca sea encarnado. Excepto eventualmente en la psicosis, donde efectivamente ocurre.»

M. H. Brousse «¿Qué es una mujer?», Psicoanálisis inédito.

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«La exigencia femenina de amor se acomoda a la no relación sexual y a la soledad que implica manteniendo un “empuje al amor” que va en contra de la entropía social de los “unos solos”. El discurso femenino introduce en todas las tentativas de uniformización, de “empuje a la identificación”, con las etiquetas forzosas propuestas por el discurso del amo, una objeción de la particularidad que no puede reducirse al individualismo de masas en la medida que una mujer puede ser el síntoma de otro cuerpo. La particularidad del acceso femenino es doble. Se trata, por una parte, de afirmar la singularidad del una-sola y, por otra, de superar la soledad así producida. Los testimonios de AE mujeres permiten discernir esta báscula, este cambio de régimen.»

Éric Laurent, «¿Qué es un psicoanálisis orientado hacia lo real?», Freudiana, nº 71, p. 36.

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«De la identificación se desprende una identidad sexual con la cual el sujeto no está nunca cómodo. Siempre se pregunta si es suficientemente hombre o suficientemente mujer. Si le han enseñado a ser hombre como corresponde, si la madre le trasmitió los secretos de la feminidad como hubiera sido necesario. (…) Es en esta brecha entre la identidad y la identificación que se instala toda la fenomenología de la clínica psicoanalítica.»

G. Brodsky, «Epidemias actuales y angustia.»

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«La lógica masculina es la lógica de las identificaciones, porque toda identificación se basa en la pertenencia de un sujeto a un conjunto o clase”. Lo “loco” de lo femenino reside en que no es identificable. Está fuera del sistema del Otro. Si hay algo inclasificable en la clínica, eso es una mujer (…). No hay un casillero donde meterla porque no existe el significante que la represente. (…) Lo pertinente de la frase de Lacan “ella vetará toda universalidad”, es que no es ella, la mujer, la vetada, la impugnada por el sistema (cosa que ocurre y que es lo más patente), sino que al revés, el acento recae en el veto que ella arroja sobre cualquier esfuerzo por identificarla, por sacarle la ficha y clasificarla.»

Marcelo Barros, «La condición femenina.»

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«(…) si bien la sexuación pone en juego necesariamente las identificaciones, hay algo en la sexuación que no se puede reducir a la identificación ni puede ser reducido por ella. Así, la sexuación no solo “se resiste” a la identidad, sino también a la identificación. Podemos entender esto un poco más poniendo en juego la categoría de lo real del goce, que resiste por estructura a quedar subsumido bajo ninguna identificación, sea esta imaginario o simbólica”.

Enric Berenguer, «Sexuación: la no identidad del sexo», Colofón, nº 22.

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«Desde sus orígenes el movimiento queer reivindica una identidad anti-masificación, un anti pensamiento straight que las culturas gays y lesbianas habrían contribuido a desarrollar. Esta identidad se establece a partir de una modalidad de goce sexual que se funda ella misma a partir de prácticas sexuales “anti-género”, elevadas estas al estatuto de una insignia. La insignia nombra al sujeto en una vertiente contraria a la masificación identificatoria y normativa que sería propuesta por los movimientos LGTB y que consiste en una variedad inmensa de prácticas sexuales, en gran parte masoquistas, como los cuttings (uso de agujas y de arneses), la utilización de distintos objetos, fetiches, los diferentes tratamientos del cuerpo como el piercing, el branding, los diferentes tipos de travestismo (drags…), de lesbianismo (la Butch, la vamp, la Daddy…), las diferentes prácticas del cuerpo en el interior mismo de los encuentros del mismo sexo, de prácticas gays, transexuales, transgénero e intersexo etc.»

Fabian Fajnwaks, «Leyes transgénero y teorías queer: ¿el fin de la castración?», Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación.

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Nuevos síntomas, falsos nombres

«Los tipos de síntomas se distribuyen en series yuxtapuestas, inconexas, que no constituyen mundos, “civilizaciones­una”. No obstante, el síntoma depende en cierto sentido de la civilización. Hay nuevos síntomas en la medida en que los significantes amos se desplazan en el Otro.»

Éric Laurent, «La sociedad del síntoma».

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«Lo que generalmente llamamos monosíntomas, son aquellos síntomas modernos como la anorexia, la bulimia, o la fibromialgia, que aparecen de forma aislada y permiten una cierta identificación con la enfermedad y la creación de un lazo comunitario. Los monosíntomas le dan un nombre al malestar del sujeto y este puede ser utilizado por el proceso de identificación, e incluso puede eventualmente darle al sujeto este punto de real en tanto que nombre propio. Le permite una inscripción social, a través de una eventual entrada en una comunidad, es decir que le da una identificación imaginaria, un ego.»

Traducido de A. Stevens, «Mono-symtômes et traits de psychose ordinaire», Quarto nº 94-95.

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«(…) la nominación que desde el discurso de la ciencia se realiza de los fenómenos del cuerpo, puede tener la función de anudamiento, de forma que por la vía de la identificación –“tengo fibromialgia”– se provee de un pequeño ‘punto de capitón’.»

Santiago Castellanos, El dolor y los lenguajes del cuerpo.

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Identidad y nombre

«En el lugar de ese ideal del yo que está en el origen de la identificación, tanto horizontal como vertical y que genera a partir de allí un cierto ordenamiento de los goces, Lacan ubica ahora [se refiere al párrafo del seminario 21, Los no incautos yerran: (…) ser nombrado para algo, he aquí lo que despunta en el orden que se ve efectivamente sustituir al Nombre del Padre], este otro método que es el nombrar para, una de cuyas facetas es tener un nombre para todo. Es como una metáfora que reemplaza la vieja identificación por la nominación bajo su aspecto nombrar para.»

Graciela Brodsky, «Epidemias actuales y angustia.»

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Lo que el análisis hace con las identificaciones

«Él sabe que no hay partenaire necesario, que la relación sexual no puede escribirse, que sólo hay la contingencia del encuentro. Es a lo que Lacan llamó el “duelo absoluto”: sólo si el analista ha obtenido ese punto de certeza, podrá soportar la sustracción fundamental que constituye el análisis. Podrá soportar a la vez, no ser el deseable y no identificar a sus analizantes con una identificación nombrable, podrá soportar no hacer grupo. A partir de ahí, de su propio duelo, podrá obtener de otro, que prosiga hasta llegar al punto donde se descubre lo imposible de la relación sexual y la contingencia del goce, por su propia cuenta.»

Éric Laurent, «Las mentiras de la felicidad /Lo real del Sinthome», Letras lacanianas, nº 4.

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«En su Escuela Lacan quiso poner en marcha una formación verdadera, como lo dijo él, para oponerse a la formación que era difundida de hecho en las instituciones IPA de la época. La llave de la confusión en el mecanismo IPA fue diagnosticado por Lacan en un empuje a la identificación (…). En lugar del didacta como grado exquisito instituyó el AE, donde había una marca identificatoria que produjo la pregunta por el analista y el vacío, donde había el título de titular produjo el AME, título que no se podía pedir, era dado por el otro por vías tan misteriosas como las de Dios. Desreguló el título de miembro, lo produjo como el único grado al cual uno podía identificarse en la institución. Desreguló también el acceso a las supervisiones antes reservadas a una “elite” –había que pedirlas y era para uno un momento crucial de su vida analítica– ofreció estas supervisiones a todos los que tenían que responsabilizarse por sus efectos de transferencia (…). Esto fue nuestro paraíso y funcionó de manera maravillosa pero tuvo su límite, como todas las cosas, el límite fue visible en el momento de la disolución. Los AE, que eran la llave desgregativa del conjunto, se habían constituido en casta, por lo que Lacan quiso introducir un título de AE transitorio, al revés de lo que había sido toda su práctica hasta los ’80. Cuando se fundó la Escuela de la Causa Freudiana tuvimos que retomar la lucha contra la suficiencia y entonces se rearmó la experiencia del pase.»

Éric Laurent, «Herejía y deseo», ORNICAR? Digital, nº 155, 2001.

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«El discurso analítico se separa de los otros por su ambición de crear un modo de lazo social apoyado sobre lo que hay de irreductible en el síntoma.»

Éric Laurent, «Delirio de normalidad», Virtualia, nº 19, 2009, p. 6.

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«(…) la “comunidad inconfesable” de Maurice Blanchot, esa comunidad de aquellos que no tienen comunidad, parecería ser el destino necesario e irreversible de la comunidad analítica, una comunidad que en el mejor de los casos estaría formada por una serie de “desidentificados”, de sujetos que han llegado a situar lo que no hace vínculo social con el Otro”.

Miquel Bassols, «¿Con qué se identifica usted?», Desescrits.

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«Afirmar que la identificación no es el destino supone que aquello que hace un destino, no solo viene del reino del Nombre del Padre (…), que la determinación del Otro, su marca, puede ser contrariada –a veces–, en un psicoanálisis. A fin de cuentas es como consideramos la dirección de una cura clásicamente lacaniana, cuyo avance se marca al compás de la caída de las identificaciones (…). Prisioneros como somos hay una chance de salir de ahí siempre y cuando, además de ceder ciertas posiciones libidinales acertemos en dar con la deducción lógica que nos permita obtener la salida. Que esta salida sea dada a partir de los otros, como lo enseña el apólogo de Lacan, muestra la dimensión social de la identificación al situar esa salida a partir de aquello que identifica a los otros y que ellos no saben de sí mismos, como uno mismo no sabe hasta el final cual es el disco que define su suerte.»

Mauricio Tarrab, «La identificación es el destino», Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales.

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«Para que una identificación pueda caer, no hay que consolidarla y eso va a depender esencialmente de la posición del analista cuando la dicha identificación se declina a lo largo de la cura.»

P. Monribot, Recorridos.

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«Si el deseo del sujeto es un deseo de identificación, el deseo del analista en cambio, es un deseo que va en sentido contrario, ya que se orienta hacia lo más singular del sujeto, a lo singular de su sinthome, sin identificaciones, sin parecidos. Sin comparaciones, ni clasificaciones.»

M. Furman, «Identificaciones», en Scilicet. Un real para el siglo XXI.

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«Analizarse, supone desprenderse de sus imágenes para alcanzar lo desemejante (…) J.-A Miller que propone (…) “a diferencia de la época”, en una experiencia de análisis se trata de aislar (…), “aislar la posición de sin igual” (Miller, La vida de Lacan), vía por donde conmover y hacer vacilar las identificaciones.»

Debora Nitzcaner, «Imaginario», Scilicet. Un real para el siglo XXI.

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«(…) El carácter es un conjunto de rasgos identificatorios y, en ese sentido Lacan es fiel a la huella dejada por Freud al abordar el problema del carácter refiriéndose a rasgos de carácter, a diferencia de Reich, que lo concibe como una propiedad de la personalidad entendida como un todo. Esto es lo que Lacan quiere hacer escuchar al escribir que “el sujeto, después del tratamiento, conserva el peso de las armas que recibió de la naturaleza, ha borrado únicamente de ellas las marcas de un blasón” (“Variantes de la cura tipo”). Según esto, el carácter es un arma, está del lado de la naturaleza y, por tanto, no es algo que se pueda modificar con el análisis (…) un análisis puede ayudar a que alguien utilice mejor esas “armas” que Lacan, al final de su enseñanza, llamará “saber hacer ahí” con ese resto inmodificable.»

Vicente Palomera, De la personalidad al nudo del síntoma.

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Identidad sinthomática

«Lo insoportable del síntoma puede transformarse en punto de apoyo para que el sujeto reinvente su lugar en el Otro. Sin embargo, esta invención no implica que se haga existir el Uno de este Otro. El Otro del síntoma está fragmentado.»

Éric Laurent, «La sociedad del síntoma».

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«El deseo decidido no está decidido por una fijación de goce, sino, en cambio, por la capacidad de soportar ponerse en manos de la contingencia, en el hecho de que no es previsible y que lo mejor que puede suceder a alguien no es fijarse a un “sí mismo” sino “convertirse en uno mismo”. Como decía Nietzsche “deviene lo que eres” lo cual quiere decir: reinvéntate siempre.»

Éric Laurent, «Lecturas del síntoma», p. 14. Traducido de: http://www.sectionclinique-rennes.fr/nuevo/wcontent/uploads/2015/08/Extrait-2-La-graphe201112.pdf, p.14.

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«Reducir el síntoma al valor de una letra, donde se fija el goce residual, lo desabona de la cadena significante. Creer en esta letra te acredita, es decir, te reconoce a partir de lo que eres nominado. Es justamente eso lo que hace la marca de la identificación al síntoma, lo que Jacques-Alain Miller resume con una formula simple: ‘Yo soy como soy’.»

P. Monribot, Recorridos, p. 56.

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«Lacan propone la identificación al síntoma al final del análisis como lo mejor que se puede hacer con el propio real, pero que sea lo mejor no significa que sea lo único, hay otras posibilidades. Esta identificación podemos entenderla en dos sentidos: en un sentido débil, equivaldría a resignarnos ante aquello que el análisis no pudo cambiar. En un sentido fuerte, identificarse a su síntoma implica algo más y algo más interesante, consiste en reconocerse allí. Me identifico a mi síntoma cuando me reconozco en mi modalidad de goce, en sus manifestaciones. Lógicamente, reconocerse es la modalidad de goce propia es una condición previa para poder desembrollarse y para ‘saber hacer algo con eso’.»

Fuentes A., El misterio del cuerpo hablante.

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«Allí donde las teorías queer reivindican la constitución de una identidad que funcione como una insignia permitiendo hacer lazo social a partir de un modo de goce particular, la perspectiva lacaniana aporta una nominación que no se autoriza en ningún semblante ni en ninguna norma existente en el Otro social o en el discurso usual. Esta nominación no se funda en el goce sexual. Permite nombrarse a través de un “trozo de real”, que se atrapa a través del goce irreductible del síntoma, residuo del tratamiento simbólico por la palabra que constituye un análisis llevado a su término.»

Fabian Fajnwaks, «Leyes transgénero y teorías queer: ¿el fin de la castración?», Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación.