«(…) La formación de síntoma por identificación está anudada a las fantasías, o sea, a la represión de ellas dentro del Icc, análogamente a la alteración del yo en la paranoia. Puesto que a estas fantasías reprimidas se anuda el estallido de angustia, es preciso concluir que la mudanza de libido en angustia no se produce por defensa entre yo e Icc, sino en el interior del Icc mismo. Por tanto, existe también libido icc. (…)»
S. Freud, OC, AE, vol. 1, «Fragmentos de la correspondencia con Fliess», p. 298.
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«Es relevado luego por el aloerotismo (homo y heterotismo), pero por cierto que persiste como una corriente particular. La histeria (y su variedad, la neurosis obsesiva) es aloerótica, su vía principal es la identificación con la persona amada. La paranoia vuelve a disolver la identificación, restablece a todas las personas amadas de la infancia que habían sido abandonadas (véanse mis elucidaciones sobre los sueños de exhibición) –nota 240– y resuelve al yo mismo en unas personas ajenas.»
S. Freud, OC., AE, vol. 1, «Fragmentos de la correspondencia con Fliess», p. 322.
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«Los impulsos hostiles hacia los padres (deseo de que se mueran) son también parte integrante de la neurosis (…). Reprimidos son estos impulsos en periodos en que se mueve a compasión por los padres: enfermedad, muerte de ellos. Después es una exteriorización del duelo de hacerse reproches por su muerte (las llamadas melancolías) o castigarse histéricamente con los mismos estados por medio de la idea de retribución. La identificación que así se produce no es, según se ve, nada más que un modo cognitivo y no vuelve superflua la búsqueda del motivo.»
S. Freud, OC., AE, vol. 1, «Manuscrito N», p. 268.
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«Recordemos (…) el sueño que me muestra a mi amigo Otto con los signos de la enfermedad de Basedow (…). El mal aspecto de mi amigo que me había preocupado durante el día y he de suponer que continúo preocupándome durante el reposo (…). Esa preocupación halló por la noche una expresión en el sueño…cuyo contenido es desatinado (…) me reveló el análisis la conexión buscada, mostrándome en el sueño que en el sueño me identificaba con el profesor R. e identificaba a Otto con el varón de L. Esta sustitución de las ideas diurnas no puede tener más explicación que la siguiente: en mi inconsciente debo hallarme de continuo a identificarme con el profesor R., puesto que satisfago así uno de los inmortales deseos infantiles, o sea, el deseo de grandeza.»
S. Freud, OC, AE, vol. 2. “La interpretación de los sueños”.
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«Pero ¿qué sentido tiene la Identificación histérica? Para esclarecer este punto se nos hace precisa una minuciosa exposición. La identificación es un factor importantísimo del mecanismo de los síntomas histéricos, y constituye el medio por el que los enfermos logran expresar en sus síntomas los estados de toda una amplia serie de personas y no únicamente los suyos propios. De este modo sufren por todo un conjunto de hombres y les es posible representar todos los papeles de una obra dramática con sólo sus medios personales».
S. Freud, OC., BN, vol. 2, «La interpretación de los sueños», p. 438.
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«Así, pues, la Identificación no es una simple imitación, sino una apropiación basada en la misma causa etiológica, expresa una equivalencia y se refiere a una comunidad que permanece en lo inconsciente. La Identificación es utilizada casi siempre en la histeria para la expresión de una comunidad sexual. La histérica se identifica ante todo –aunque no exclusivamente– en sus síntomas con aquellas personas con las que ha mantenido comercio sexual o con aquellas otras que lo mantienen con las mismas personas que ella. Tanto en la fantasía histérica como en el sueño basta para la Identificación que el sujeto piense en relaciones sexuales, sin necesidad de que las mismas sean reales. Así, pues, mi paciente no hace más que seguir las reglas de los procesos intelectuales histéricos cuando expresa los celos que su amiga le inspira (celos que reconoce injustificados), sustituyéndose a ella en el sueño e identificándose con ella por medio de la creación de un síntoma (el deseo prohibido).»
S. Freud, OC., BN, vol. 2, «La interpretación de los sueños», p. 439.
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«La analogía, la coincidencia y la comunidad son representadas generalmente por el sueño mediante la síntesis, en una unidad, de los elementos que las componen. Cuando esta unidad no existe de antemano en el material del sueño, es creada al efecto. En el primer caso, hablamos de Identificación y en el segundo, de formación mixta. La identificación es utilizada cuando se trata de personas, y la formación mixta, cuando los elementos que han de ser fundidos en una unidad son objetos. No obstante, también quedan constituidas formaciones mixtas de personas.
La Identificación consiste en que sólo una de las personas enlazadas por una comunidad pasa a ser representada en el contenido manifiesto, quedando las restantes como reprimidas para el sueño».
S. Freud, OC, BN, vol. 2, «La interpretación de los sueños», p. 541.
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«Fácilmente se ve hasta qué punto puede servir también esta identificación en la histeria para eludir la censura de la resistencia. La Identificación o la formación de personas mixtas sirve, por tanto, en el sueño para diversos fines: 1º Para la representación de una comunidad de las dos personas. 2º Para la representación de una comunidad desplazada. 3º Para expresar una comunidad simplemente deseada. Dado que el deseo de que entre dos personas exista o quede establecida una comunidad coincide frecuentemente con un intercambio de las mismas, es expresado también en el sueño tal deseo por medio de Identificación».
S. Freud, OC, BN, vol. 2, «La interpretación de los sueños», p. 542.
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«Cuando en el contenido manifiesto no aparece nuestro yo y sí únicamente una persona extraña, podemos aceptar sin la menor vacilación que se ha ocultado por Identificación detrás de dicha persona y habremos de agregarlo al sueño. En cambio otras veces que nuestro yo aparece en el contenido manifiesto, la situación en que se nos muestra incluido nos indica que detrás de él se esconde por identificación otra persona. (…) Hay, por último, sueños en los que nuestro yo aparece entre otras personas, las cuales revelan ser, una vez solucionada la Identificación, otras tantas representaciones suyas. Al interpretar estos casos habremos de enlazar a nuestro yo deduciendo de tales identificaciones determinadas representaciones a las que la censura ha puesto el veto. Así, pues, podemos representar múltiplemente nuestro yo en el sueño, directamente una vez, y otras mediante su Identificación con personas distintas. Por medio de unas cuantas identificaciones de este género puede obtenerse la condensación de un abundantísimo material».
S. Freud, OC, BN, vol. 2, «La interpretación de los sueños», p. 543.
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«La primera de estas organizaciones pregenitales es la oral o, si se quiere, caníbal. En ella, la actividad sexual no está separada de la absorción de alimentos. El objeto de una de estas actividades es también objeto de la otra, y el fin sexual consiste en la asimilación del objeto, modelo de aquello que después desempeñará un importantísimo papel psíquico como identificación».
S. Freud, OC, BN, vol. 4, «Tres ensayos para una teoría sexual», p. 1210.
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«Cuando Zoe describe la transformación –tan dolorosa para ella– que en su antiguo compañero de juego hubo de realizarse, le insulta burlonamente comparándole a un Archeopterix, alado monstruo antediluviano, perteneciente a lo que podríamos llamar Arqueología biológica. Ha hallado, pues, para la identificación de ambas personas una única expresión concreta, y su enfado hiere al amado y al padre simultáneamente con la misma palabra. El Archeopterix es, por así decirlo, la representación transaccional o media, en la que coincide la idea de la necesidad del amado con la del análogo defecto del padre»
S. Freud, OC, BN, vol. 4, «El delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Jensen», p. 1300.
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«El espectador del drama es un individuo sediento de experiencia; se siente como ese «Mísero, al que nada importante puede ocurrirle»; hace ya mucho tiempo que se encuentra obligado a moderar, mejor dicho, a dirigir en otro sentido su ambición de ocupar una plaza central en la corriente del suceder universal; anhela sentir, actuar, modelar el mundo a la luz de sus deseos; en suma, ser un protagonista. Y he aquí que el autor y los actores del drama le posibilitan todo esto al ofrecerle la oportunidad de identificarse con un protagonista.»
S. Freud, OC, BN, vol. 4, «Personajes psicopáticos en el teatro», p. 1272.
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«Todos estos prerrequisitos del goce, empero, son comunes a varias otras formas de creación artística. La poesía épica sirve en primer lugar a la liberación de sentimientos intensos, pero simples, como en su esfera de influencia lo hace también la danza. Cabe afirmar que el poema épico facilita particularmente la identificación con la gran personalidad heroica en medio de sus triunfos, mientras que del drama se espera que ahonde más en las posibilidades emocionales y que logre transformar aún las más sombrías amenazas del destino en algo disfrutable, de modo que representa al héroe acosado por la calamidad, haciéndolo sucumbir con cierta satisfacción masoquista.»
S. Freud, OC, BN, vol. 4, «Personajes psicopáticos en el teatro», p. 1273.
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«Así, los pacientes hablan de su tía y la llaman de manera consecuente, y sin notar que se trastraban, “mi madre”; o designan a su marido como “su hermano”. De esta manera me hacen notar que han “identificado” entre sí a esas personas, las que han incluido en una misma serie, lo cual implica el retorno de un mismo tipo en su vida afectiva.»
S. Freud, OC, AE, vol. 6, «Psicopatología de la vida cotidiana», p. 82.
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«A la inversa, la sustitución de nombre, la apropiación del nombre ajeno, la identificación por vía de trastrabarse en el nombre, significan un reconocimiento que por razones cualesquiera debe quedar por el momento entre bambalinas.»
S. Freud, OC, AE, vol. 6, «Psicopatología de la vida cotidiana», p. 86.
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«La identidad de su nombre de pila con el mío favoreció la confusión, pero la genuina causa de ésta fue sin duda que en mi secreto deseo yo me identificaba por entonces con el celebrado héroe-poeta. Aun conscientemente le profesaba un amor y una estima rayanos en la idolatría. Además, tras esta operación fallida se esconde, desde luego, todo el dicho complejo de la ambición. [Se refiere en este párrafo a una vivencia de Sándor Ferenczi.]
La identificación por medio de permutación de nombre me fue comunicada por un joven médico que, lleno de timidez y respeto, se presentó con estas palabras ala famoso Virchow: «Dr. Virchow. El profesor se volvió asombrado y le preguntó: «Pero ¿usted también se llama Virchow?». Yo no sé cómo justificó su desliz el joven ambicioso: si halló la salida elegante de decir que, considerándose el tan pequeño al lado del gran nombre, el suyo propio pudo menos que írsele de la mente; o si tuvo la osadía de confesar que esperaba ser algún día tan gran hombre como Virchow.»
S. Freud, OC, AE, vol. 6, «Psicopatología de la vida cotidiana», p. 87.
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«Sobre el síntoma de la tos. Esta tos, sin duda surgida originariamente de un ínfimo catarro real, era además una imitación de su padre, aquejado de una afección pulmonar y pudo expresar su compasión y su cuidado por él. Pero también proclamaba al mundo, por así decir, algo que quizás a ella todavía no le había devenido consciente: «soy la hija de papá. Tengo un catarro como él. Él me ha enfermado, como enfermó a mi mamá. De él tengo las malas pasiones que expían por la enfermedad.»
S. Freud, OC, AE, vol. 7, «Análisis fragmentario de un caso de histeria», p. 72.
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«Ahora podemos intentar reunir las diversas determinaciones que hemos hallado para los ataques de tos y de afonía. Debajo de todo en la estratificación cabe suponer un estímulo de tos real, orgánicamente condicionado, vale decir, el grano de arena en torno del cual el molusco forma la perla. Este estímulo es susceptible de fijación porque afecta a una región del cuerpo que conservó en alto grado en la muchacha la significación de una zona erógena. Por tanto, es apto para dar expresión a la libido excitada. Quedó fijado por lo que probablemente fue el primer revestimiento psíquico –la imitación compasiva del padre enfermo, y, después, por los autorreproches a raíz del “catarro”. Este mismo grupo de síntomas se muestran además susceptible de figurar las relaciones con el Sr. K., de lamentar su ausencia y expresar el deseo de ser para él una mejor esposa. Después que una parte de la libido se volcó de nuevo al padre, el síntoma cobra el que quizás es su último significado: la figuración del comercio sexual con el padre en la identificación con la Sra. K. Quiero consignar empero, que esta serie en manera alguna es completa.»
S. Freud, OC, AE, vol. 7, «Análisis fragmentario de un caso de histeria», p. 73.
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«Ahora conozco el motivo de aquella bofetada con que usted respondió al cortejo. No fue la afrenta por el atrevimiento de él, sino la venganza por celos. Cuando la señorita le contó la historia (la gobernanta), usted echó mano de su arte para desechar todo cuanto no convenía a sus sentimientos. Pero en el momento en que el Sr. K. Usó la palabra “nada me importa de mi mujer” que había dicho también a la Srta. (la gobernanta) nuevas mociones se despertaron en usted y la balanza se inclinó. Usted se dijo: ¿cómo se atreve a tragarme como a una gobernanta, a una persona de servicio? A esta afrenta al amor propio, sumar los celos y los motivos de sensatez conscientes: en definitiva, era demasiado. Como prueba de la gran impresión que le ha causado la historia de la señorita (la gobernanta) le aduzco sus repetidas identificaciones con ella en sus sueños y en su propia conducta. Usted se lo dice a sus padres, cosas que hasta aquí no habíamos entendido, tal como la señorita se lo escribió a los suyos. Usted se despide de mi como una gobernanta, con un preaviso de catorce días.»
S. Freud, OC., AE, vol. 7, «Análisis fragmentario de un caso de histeria», pp. 93-94.
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«Las sensaciones de dolor como otras sensaciones de displacer desbordan sobre la excitación sexual y producen un estado placentero (…) una vez que sentir dolores ha convertido en una meta masoquista, puede surgir retroprogresivamente la meta sádica de infringir dolores, produciéndolos en otro, uno mismo los goza de manera masoquista en la identificación con el objeto que sufre (…) la transmudación del sadismo al masoquismo implica un retroceso hacia el objeto narcisista y en los dos casos (el del placer pasivo de ver, y el del masoquismo ) el sujeto narcisista es permutado por identificación con un yo otro, ajeno.»
S. Freud, OC, AE, vol. 11, «Contribución Pulsiones y destinos de pulsión», pp. 124-127.
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«El psicoanálisis nos ha revelado que el animal totémico es realmente el sustituto del padre.
‘Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda paterna (…) Y ahora, en el acto de la devoración, consumaban la identificación con él (…). El banquete totémico, acaso la primera fiesta de la humanidad, sería la celebración recordatoria de aquella hazaña memorable (…) con la cual tuvieron comienzo tantas cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión’.»
S. Freud, OC, AE, vol. 13, «Tótem y Tabú», p. 143.
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«(…) solo hace falta suponer que la banda de los hermanos amotinados estaba gobernada, respecto del padre, por los mismos contradictorios sentimientos que podemos pesquisar como contenido de la ambivalencia del complejo paterno en cada uno de nuestros niños de nuestros neuróticos (…).Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él, forzosamente se abrieron paso las mociones tiernas avasalladas entre tanto.»
S. Freud, OC., AE, vol. 13, «Tótem y Tabú», p. 146.
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«(…) el antiguo banquete totémico retorna en la forma originaria del sacrificio. El sentido de la acción es el mismo: santificarse mediante la participación en el banquete en común (…). Lo que se ha agregado es el dios del linaje (…) que participa en la comida como un miembro del clan y con el cual uno se identifica a través de la ingestión de la víctima.»
S. Freud, OC., AE, vol. 13, «Tótem y Tabú», p. 24.
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«Así, en la doctrina cristiana (…) la religión del hijo releva a la religión del padre (…) el antiguo banquete totémico es reanimado como comunión; en ella, la banda de hermanos consume ahora la carne y la sangre del hijo, ya no del padre, se santifica por ese consumo, y se identifica con aquel. Nuestra mirada persigue a lo largo de las épocas la identidad del banquete totémico con el sacrificio animal, el sacrificio humano y la eucaristía cristiana, y en todas estas ceremonias solemnes discierne el efecto continuado de aquel crimen que tanto agobió a los hombres y del cual, empero, no podían menos que estar tan orgullosos.»
S. Freud, OC., AE, vol. 13, «Tótem y Tabú», p. 156.
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«El primer motor del influjo religioso fue la identificación con la figura de Cristo facilitado por el azar de su fecha de nacimiento Aquí el hipertrófico amor por el padre halló por fin una salida en la sublimación».
S. Freud, OC, AE, vol. 14, «El hombre de los lobos», p. 104.
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«La sombra del objeto cayó sobre el yo quien en lo sucesivo pudo ser juzgado por una instancia particular como el objeto abandonado. La pérdida de objeto se mudó en pérdida del yo y el conflicto entre el yo y la persona amada en una bipartición entre el yo crítico y el yo alterado por identificación (…) La identificación narcisística con el objeto se convierte entonces en el sustituto de la investidura de amor.»
S. Freud, OC, AE, vol. 14, «Duelo y melancolía», p. 246.
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«Tenemos derecho a diferenciar la identificación narcisista de la identificación histérica porque en la primera se resigna la investidura de objeto mientras que en le segunda esta persiste y exterioriza un efecto que habitualmente está circunscrito a acciones e inervaciones singulares. (…) la identificación narcisística es la más originaria y nos abre la comprensión de la histérica menos estudiada. (…) si el amor por el objeto se refugia en la identificación narcisística el odio se ensaña con ese objeto sustitutivo. (…) Así la investidura de amor del melancólico en relación con su objeto ha experimentado un destino doble una parte ha regresado a la identificación, pero otra fue trasladada hacia atrás hacia la etapa del sadismo.»
S. Freud, OC, AE, vol. 14, «Duelo y melancolía», p. 248.
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«El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El varoncito manifiesta un particular interés hacia su padre; querría crecer y ser como él, hacer sus veces en todos los terrenos. Digamos simplemente: toma al padre como su ideal. Esta conducta nada tiene que ver con una actitud pasiva o femenina hacia el padre (y hacia el varón en general), es masculina por excelencia. Se concilia muy bien con el Complejo de Edipo, al que contribuye a preparar.»
S. Freud, OC, AE, vol. 18, «Psicología de las masas y análisis del yo», p. 99.
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«Sólo se discierne que la identificación aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, tomado como modelo (…) La identificación remplaza a la elección de objeto; la elección de objeto ha regresado hasta la identificación.»
S. Freud, OC, AE, vol. 18, «Psicología de las masas y análisis del yo», p. 100.
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«Uno de los yo ha percibido en el otro una importante analogía en un punto (…); luego crea una identificación en este punto, e influida por la situación patógena esta identificación se desplaza al síntoma que el primer yo ha producido.»
S. Freud, OC, AE, vol. 18, «Psicología de las masas y análisis del yo», p. 101.
* * *
«Muchos iguales, que pueden identificarse entre sí, y un único superior a todos ellos: he ahí la situación que hallamos realizada en la masa capaz de sobrevivir.»
S. Freud, OC, AE, vol. 18, «Psicología de las masas y análisis del yo», p. 115.
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«Habíamos logrado esclarecer el sufrimiento dolorosos de la melancolía mediante el supuesto de que un objeto perdido se vuelve a erigir en el yo, vale decir, una investidura de objeto es relevada por una identificación (…) Desde entonces hemos comprendido que tal sustitución participa en considerable medida en la conformación del yo y contribuye esencialmente a producir lo que se denomina su carácter (…). Quizás esta identificación (en la melancolía) sea en general la condición bajo la cual el ello resigna sus objetos. Como quiera que fuese, es un proceso muy frecuente, sobre todo en fases tempranas del desarrollo, y puede dar lugar a esa concepción: el carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de estas elecciones de objeto.»
S. Freud, OC, AE, vol. 19, «El yo y el ello», p. 31.
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«El superyó se ha engendrado, sin duda, por una identificación con el arquetipo, paterno. Cualquier identificación de esta índole tiene el carácter de una desexualización o, aun, de una sublimación. Y bien; parece que a raíz de una tal trasposición se produce también una desmezcla de pulsiones. Tras la sublimación, el componente erótico ya no tiene más la fuerza para ligar toda la destrucción aleada con él, y esta se libera como inclinación de agresión y destrucción.»
S. Freud, OC, AE, vol. 19, «El yo y el ello», p. 55.
* * *
«Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo, es por completo imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación (…). Si un tal objeto sexual es resignado (…) no es raro que a cambio sobrevenga la alteración del yo que es preciso describir como erección de objeto en el yo, lo mismo que en la melancolía (…) Quizás el yo mediante esta introyección que es una suerte de regresión al mecanismo de la fase oral, facilite o posibilite la resignación del objeto. Quizás esta identificación sea en general la condición bajo la cual el ello resigna sus objetos.»
S. Freud, OC, AE, vol. 19, «El yo y el ello», p. 31.
* * *
«También cabe considerar una simultaneidad de investidura de objeto e identificación, una alteración de carácter antes que el objeto hay sido resignado. En este caso, la alteración del carácter podría sobrevivir al vínculo del objeto, y conservando cierto sentido (…). Fijemos por un momento nuestra atención en las identificaciones-objeto del yo. Si estas predominan, se vuelven numerosas e hiperintensas, e inconciliables entre sí, amenaza un resultado patológico. Puede sobrevenir una fragmentación del yo si las diversas fragmentaciones se segregan unas a otras mediante resistencias (…). Se plantea el tema de los conflictos entre las diferentes identificaciones en que el yo se separa, conflictos que, después de todo, no pueden calificarse enteramente de patológicos.»
S. Freud, OC, AE, vol. 19, «El yo y el ello», pp. 31-32.
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«Identificación y elección de objeto son en vasta medida independientes entre sí; empero, uno puede identificarse con la misma persona a quien se tomó, por ejemplo, como objeto sexual, alterar su yo de acuerdo con ella. (…) Si uno ha perdido un objeto o se ve precisado a resignarlo, es muy común que uno se resarza identificándose con él, erigiéndolo de nuevo dentro de su yo, de suerte que aquí la elección de objeto regresa, por así decir, a la identificación.»
S. Freud, OC., AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», p. 59.
* * *
«(…) De pasada, nos detendremos aquí un instante. Sin duda ustedes ya habrán puesto por sí mismos que eso difícil de definir que se llama carácter es atribuible por entero al yo. Tenemos asido algo de lo que crea ese carácter. Sobre todo, la incorporación de la anterior instancia parental en calidad de superyó, sin duda el fragmento más importante y decisivo; luego, las identificaciones con ambos progenitores de la época posterior, Y con otras personas influyentes, al igual que similares identificaciones como precipitados de vínculos de objetos reasignados. Agreguemos ahora, como un complemento que nunca falta a la formación de carácter, las formaciones reactivas que el yo adquiere primero en sus represiones Y, más tarde, con medios más normales, a raíz de los rechazos de mociones pulsionales indeseadas.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», p. 84.
* * *
«La institución del superyó se describe como un caso logrado de identificación a la instancia parental».
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», p. 60.
* * *
«Una masa psicológica es una reunión de individuos que (…) se han identificado entre sí en su yo sobre la base de esa relación de comunidad.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», p. 63.
* * *
«[en la niña el] juego con muñecas (…) no es propiamente la expresión de su feminidad; sirve a la identificación-madre en el propósito de sustituir la pasividad por actividad.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», p. 119.
* * *
«Bajo la impresión de la propia maternidad puede revivirse una identificación con la madre propia, identificación contra la cual se había rebelado hasta el matrimonio (…). La identificación-madre de la mujer permite discernir dos estratos: el preedípico, que consiste en la ligazón tierna con la madre y la toma por arquetipo, y el posterior, derivado del complejo de Edipo, que quiere eliminar a la madre y sustituirla junto al padre.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», pp. 123-124.
* * *
«Hemos averiguado que son dos cosas las que mantienen cohesionada a una comunidad: la compulsión de la violencia y las ligazones de sentimiento –técnicamente se las llama identificaciones– entre sus miembros.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», p. 191.
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«Todo lo que establezca sustantivas relaciones de comunidad entre los hombres provocará esos sentimientos comunes, esas identificaciones.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», p. 195.
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«Se ha comparado la identificación, y no es desatino, con la incorporación oral, canibálica, de la persona ajena. La identificación es una forma muy importante de la ligazón con el prójimo, probablemente la más originaria; no es lo mismo que una elección de objeto.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis», p. 58.
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«Esta identificación de los oprimidos con la clase que los sojuzga y explota no es, empero, sino una pieza dentro de un engranaje más vasto. En efecto, por otra parte pueden estar ligados a ella afectivamente y, a pesar de su hostilidad hacia los señores, verlos como su ideal. Si no existieran tales vínculos, satisfactorios en el fondo, sería incomprensible que un número harto elevado de culturas perviviera tanto tiempo a pesar de la justificada hostilidad de vastas masas.»
S. Freud, OC, AE, vol. 21, «El porvenir de una ilusión», p. 13.
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«(…) Salva esta difícil situación económica por la vía de mecanismos consabidos: acoge dentro de sí por identificación esa autoridad inatacable, que ahora deviene el superyó y entra en posesión de toda la agresión que, como hijo, uno de buena gana habría ejercido contra ella.»
S. Freud, OC, AE, vol. 21, «El malestar en la cultura», p. 13.
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«Conocemos el sentido y el propósito de esos ataques de muerte. Significan una identificación con un muerto, una persona que efectivamente falleció o que todavía vive y cuya muerte se desea. Este último caso es el más significativo. El ataque tiene así el valor de una punición. Uno ha deseado la muerte de otro, y ahora uno mismo es ese otro y está muerto. En éste punto la doctrina psicoanalítica introduce la tesis de que, en el caso de los muchachos, ese otro es por regla general el padre, y el ataque (que se denomina histérico) es entonces un autocastigo por haber deseado la muerte del padre odiado. (…) Junto al odio, que querría eliminar al padre como rival, ha estado presente por lo común cierto grado de ternura. Ambas actitudes se conjugan en la identificación- padre; uno querría estar en el lugar del padre porque lo admira (le gustaría ser como él) y porque quiere eliminarlo.»
S. Freud, OC, AE, vol. 21, «Dostoievski y el parricidio», pp. 180-181.
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«(…) Esto no es sólo compasión indulgente; es identificación sobre la base de los mismos impulsos asesinos, en verdad un narcisismo apenas desplazado {descentrado}. No por ello cabe impugnar el valor ético de esa bondad. Acaso sea, en general, el mecanismo de la complicidad indulgente con otros seres humanos el que vemos con particular claridad aquí, en el caso extremo del creador literario gobernado por la conciencia de culpa. No hay duda de que esta simpatía de identificación ha presidido decisivamente la elección temática de Dostoievsky.»
S. Freud, OC, AE, vol. 21, «Dostoievski y el parricidio», p. 187.
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«En cuanto a la transmudación del vínculo parental en el superyó (…) la base de este proceso es lo que se llama una “identificación”, o sea una asimilación de un yo a un yo ajeno, a consecuencia de la cual ese primer yo se comporta en ciertos aspectos como el otro, lo imita, por así decir lo acoge dentro de sí. (…) Tales identificaciones, en su condición de precipitados de investiduras de objeto resignadas, se repetirán luego con mucha frecuencia en la vida del niño; pero responde por entero al valor de sentimiento de ese primer caso de una tal transposición que su resultado llegue a ocupar una posición especial dentro del yo. (…) También con estos padres posteriores se producen después identificaciones, pero lo común es que ellas brinden importantes contribuciones a la formación del carácter; en tal caso, afectan el sol al yo, y no influyen más sobre el superyó, que has sido comandado por las primerísimas imagos parentales. Espero ya tengan la impresión de que nuestra postulación del superyó describe real y efectivamente una constelación estructural, Y no se limita a personificar una abstracción como la de la conciencia moral. Mencionaremos todavía una importante función que adjudicamos a ese superyó. Es también el portador de ideal del yo con el que yo se mide, al que aspira alcanzar y cuya exigencia de una perfección cada vez más vasta se empeña en cumplir. No hay duda de que ese ideal del yo es el precipitado de la vieja representación de los progenitores, expresa la admiración por aquella perfección que el niño les atribuía en ese tiempo.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «La descomposición de la personalidad psíquica», pp. 58-60.
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«En 1921 intenté aplicar la diferenciación entre yo y superyó al estudio de la psicología de las masas. Llegue a una fórmula como esta: una masa psicológica es una reunión de individuos que han introducido en su superyó la misma persona Y se han identificado entre sí en su yo sobre la base de esa relación de comunidad. Desde luego esa fórmula es válida solamente para masas que tienen un conductor.»
S. Freud, OC, AE, vol. 22, «La descomposición de la personalidad psíquica», pp. 63.