Nacida en 1952 en Beirut, ciudad en la que sus padres de origen palestino se habían asentado huyendo de los enfrentamientos en la ciudad de Haifa en 1948. Cada año su familia tenía que renovar el permiso de residencia, ya que la política del país era la de no otorgar a los refugiados los documentos de identidad del país. En 1975 estalla la guerra civil libanesa mientras se encuentra visitando Londres. No regresará al Líbano, viviendo en Londres desde entonces. Acontecimientos que le dejaron como huella la vivencia de un sentimiento de dislocación.

Su obra explora la contradicción propia de las fronteras, pues trazan mapas, territorios y ciudades en una geografía inestable e incierta. Guardan el anhelo de un hogar, pero pueden convertirse en el lugar en el que insiste la pulsión de muerte. Para Mona el mundo es una tierra extranjera, ella “sabe que en un mundo secular y contingente, los hogares son siempre provisionales. Las fronteras y las barreras que nos encierran en la seguridad de un territorio que nos es familiar, pueden, en un abrir y cerrar de ojos, convertirse en nuestra peor pesadilla” (1).

Ninguna frontera, ya sea corporal, del hogar, o nacional, nos asegura una placida identidad. No es posible construir una identidad sólida, fija y definida. Al contrario, nos presenta un sujeto nómada, abierto al azar y al accidente, siempre en construcción, con la necesidad de constituir su identidad pero siéndole imposible, a su vez, el fijarse a sí mismo. Se trata del trabajo constante de suplir una falla fundamental en la relación con el mundo, sin la garantía de ninguna determinación previa.

En 1994, realizó en el Centro Pompidou de Paris la video-instalación Corps étranger, un insólito autorretrato en la historia del arte, posible gracias a las imágenes que el desarrollo de la tecno-ciencia permitía revelar (2).

En el interior de una estructura cilíndrica se proyectaba, sobre el suelo, un video realizado con una cámara endoscópica que previamente había filmado la superficie y el interior del cuerpo de la artista. La cámara recorría rápidamente, en zigzag, los contornos del cuerpo para introducirse sucesivamente en sus orificios. A su vez, las imágenes se acompañaban con el registro sonoro de las pulsaciones, la respiración, el sonido de los órganos internos…

La mirada médica, al apropiarse del cuerpo de la artista, lo troceaba, revelaba imágenes inéditas despojándole de la bella forma, convirtiéndolo en extranjero. El sujeto lo perdía.

En 2006 realiza la instalación Hot Spot. Un globo terráqueo de dos metros y medio de diámetro, en el que los contornos de los continentes están trazados con neón rojo. Toda la instalación vibraba con intensidad. Como señala la autora: “Hot Spot es como una jaula en forma de globo terráqueo dónde puede verse un mapa del mundo con luces de neón. En aspecto parece frágil, pero tiene una energía peligrosa. La idea que hay tras esta pieza es que ‘los puntos calientes’ o de conflicto actuales no se limitan a unas áreas concretas, sino que todo el mundo está atrapado en esos enfrentamientos y disturbios” (2).

Con esta obra Mona va más allá de lo que serían los enfrentamientos por el dominio de unos territorios. Nuestro mundo global e hiperconectado multiplica las barreras, las fronteras -tal y como Lacan señalo en su Nota sobre el padre. Ellas establecen identidades segregativas que promueven el culto a la identidad con uno mismo y el odio a quien no goza de la misma manera.

Enviado por Julio González.

 

  1. Edward Said, W.
  2. Centre Pompidou. Corps étranger.
  3. El Cultural. Mona Hatoum.