Estas líneas forman parte de un cartel sobre transexualidad que inicié motivada por el interés que suscita en mí este tema, especialmente desde que se solicitó mi opinión al respecto en el ámbito educativo de Cantabria, donde actualmente está en marcha el anteproyecto de “Ley para la Igualdad de trato y no discriminación por razón de orientación sexual e identidad de género” que promueve, entre otras cosas, la obligación de los centros escolares a dirigirse al alumno transexual por el nombre que haya elegido, respetar su vestimenta o uniforme en todas las actividades docentes, así como garantizar el acceso al bloqueo hormonal al inicio de la pubertad.

La conceptualización del transexualismo en Psicoanálisis podemos ubicarla en Freud a partir de la lógica falo-castración. Y en Lacan, en la primera enseñanza a partir del significante fálico y las identificaciones sexuales y en la última enseñanza a partir de las teorías de la sexuación y de los nudos, donde insiste en separar la sexualidad humana de la biología y plantea que no se deviene sexuado por identificación al significante hombre o mujer, sino por tener en cuenta la diferencia sexual planteada en términos de lógica fálica. Habla del error común que padece el transexual, quien tiene un cuerpo equivocado que no coincide con el sexo al que tiene la convicción de pertenecer, error que consiste en interpretar la pequeña diferencia anatómica con criterios fálicos. Pero un órgano solo es instrumento en tanto significante y al no poder hacer del falo un significante, el transexual rechaza el órgano.

En El atolondradicho nos habla del empuje a la mujer y presenta la sexuación como una elección de goce. Desde las fórmulas de la sexuación, la posición sexual se elige a nivel del goce del lado hombre o mujer en función de cómo se inscriban respecto a la función fálica. El lado hombre según dos formulas, el todo y la excepción; el lado femenino en función de no hacer excepción al falo y de la lógica del no-todo. Y relaciona el empuje a la mujer con ese error en el que cae el transexual. Plantea que en la psicosis al no haber inscripción del Padre, no se inscribe la excepción y el sujeto no puede posicionarse en relación con el falo, como castrado. Por lo que su goce no es fálico, no es finito, cuantificable y localizado en el cuerpo, sino que es un goce sin regulación, deslocalizado. Y a diferencia de la posición femenina que se ubica en un más allá del goce fálico, el empuje a la mujer se ubica en una ausencia del goce fálico. Por tanto, la cuestión del transexualismo se ubica en relación con la forclusión y el empuje a la mujer.

Pero en la actualidad, con la caída del Nombre del Padre y el mundo líquido en el que nos encontramos, la identidad a veces es menos consistente y las identificaciones pueden ayudar a afirmar una determinada elección subjetiva de goce. Se trata entonces de cómo un sujeto elige un tipo de goce y una forma de gozar con el objeto, independientemente de su sexo biológico. En la clínica vemos sujetos que no tienen la certeza característica del transexual, pero se identifican con el género opuesto y pueden estar dispuestos a modificar su cuerpo, alentados por una época en la que se consume todo tipo de operaciones estéticas.

Elena Esther Gómez Santoyo. Socia Sede de Bilbao ELP.

Santander 2017.