Es una escultura que recibe el nombre de uno de los templos más hermosos de Kioto, realizada en alabastro, ébano y boj, éste último abrocha los tres materiales.

El autor Moïse Dikoff es un artista polifacético que realiza pinturas, esculturas, pequeñas joyas. Lo propongo porque en varias ocasiones cuando habla del acto de crear se refiere “a una relación muy especial con la naturaleza; una fusión mental con el mundo terrenal y cósmico».

Para este artista crear provoca un desafío constante, un empuje a crear objetos que le acercan al planeta y también al cosmos. Se siente identificado y formando parte de ese todo creativo. «Cuando tallo un trozo de madera me noto próximo a ella, igual con la piedra cuando esculpo en ella».

En Moïse Dikoff aparece lo que él llama «ese irresistible deseo de crear, de exprimir la belleza que siento, cuando la naturaleza me entrega la visión de un árbol… entonces, quiero ir más allá del genio creativo del mundo, de las formas, de los colores, de lo áspero o del brillo, quiero alcanzar lo sublime que nos regala la tierra».

Agrega «de lo que veo, cambio, invento… la pintura es una intuición… la verdad surge en la tela».

J. Lacan en El Sinthome dice: «Hay una dinámica centrífuga de la mirada, es decir que parte del ojo que ve, pero también del punto ciego. Parte del instante de ver y lo tiene como punto de apoyo. En efecto, el ojo ve instantáneamente. Es lo que se llama la intuición, por lo cual redobla lo que se llama el espacio en la imagen».

 

 

Isabel Alonso Martín.