En nuestra actualidad no parece reinar más la represión victoriana de la sexualidad, asistimos no solo a una época más permisiva respecto de estas cuestiones, sino por el contrario a una reivindicación del derecho al goce, una exaltación de los modos de gozar sin el permiso del Otro de la tradición y los valores anteriormente existentes.

Hay un movimiento de valorización de las prácticas sexuales que busca transformarlas en nuevos derechos. Es lo que llaman las nuevas sexualidades. En agosto de 2014 Facebook habilitó la función “género personalizado”, que da la posibilidad de elegir entre 54 identidades de género, como por ejemplo pansexual (ser atraída/o por un hombre o una mujer indistintamente del género o sexualidad), asexual (la persona no siente atracción sexual hacia otro), poliamoroso (quien puede enamorarse de más de una persona y establecer relaciones simultáneas consensuadas), o heteroflexibles (heterosexuales que, en ocasiones, tienen relaciones con personas del mismo sexo). En este contexto nuestra experiencia de psicoanalistas nos confronta con la distinción necesaria que conviene hacer, entre el goce obtenido y el goce esperado o temido. Es la aporía en la que el ser parlante se enfrenta a una falacia, el postulado de un goce pretendidamente adecuado a la relación sexual.

Los llamados Estudios de Género buscan situar las transformaciones que se han producido en las tradiciones y las costumbres de las prácticas sexuales, produciendo un cuestionamiento de las normas.

La desidentificación crítica.

Beatriz Preciado es una autora que aborda las cuestiones de género. En su libro “Testo Yonqui. Sexo drogas y biopolítica”, encontraremos un documento que presenta estas cuestiones desde las perspectivas de la teoría Queer. Podríamos considerarla una post-feminista.

Este libro es verdaderamente inclasificable. La autora lo define como un ensayo corporal, allí describe sus prácticas de intoxicación voluntaria a base de testosterona sintética, un producto en forma de gel que ella se autoadministra durante un período prolongado de tiempo, de allí el título de su libro “Testo Yonqui”, que relata la particular relación de la autora con las hormonas. Ella incluso se interroga si no se convierte en una adicta de estas sustancias. También nos transmite sus reflexiones filosóficas, análisis políticos, y relatos detallados de sus prácticas sexuales. Este extraño formato responde al siguiente objetivo: mostrar cómo se construye y se deconstruye una subjetividad, la propia.

En una nota publicada en la revista Ñ nº 612, Beatriz Preciado es presentada por la periodista que la entrevista:

“Lo más interesante y genuino de Preciado es que él mismo es su conejillo de Indias teórico práctico. Preciado es la forma más efectiva de evidenciar sus postulados. Tiene un aspecto masculino, poco vello, voz grave, piel suave de mujer.

–La primera pregunta es la del millón ¿por qué tomar testosterona para masculinizarte, cuando criticas fuertemente el género masculino?

–Primero, porque es parte de mi propio proceso de disidencia de género. Se me asignó el género femenino en el nacimiento y a partir de ahí toda mi vida, mi ser, ha sido disciplinado como femenino. Pero yo nunca me sentí mujer, nunca pude identificarme realmente como mujer. Después se me han asignado distintos tipos de identidades, como la de lesbiana. Pero cada uno construye de alguna manera su subjetividad en el marco de las técnicas que le son posibles. Para mí la idea no es cambiar de sexo, yo no creo en eso. Soy una especie de agnóstico del sexo, una especie de ateo del sistema sexo-género. No creo que exista la feminidad ni la masculinidad, solo son ficciones políticas normativas. Pero es cierto que de alguna manera este alimentar mi propia disidencia desde el lugar de la masculinidad, para mí es de un enorme goce político. La masculinidad es un constructo. Para mí la masculinidad no es un origen; yo no estoy buscando el hombre que yo era.

–Podría ocurrir que una persona cambie de género varias veces en su vida, ¿no? El proceso de cambio a través de las hormonas ¿podría ser reversible?

–Sí, esto de la reversibilidad está clarísimo: alguien puede tomar dosis de hormonas seis meses, dejarlas, retomarlas, volver a tener la regla, quedar embarazado… Es decir, en principio, nada impediría que alguien pudiera estar en un proceso de producción y modulación de género.” (1).

Hasta aquí la entrevista publicada. Su ensayo corporal, que ella denomina el principio autocobaya, no vehiculiza ningún interrogante acerca del género, ni del sexo. Ninguna pregunta por el deseo. No hay nada que develar en el sexo ni en la identidad sexual. Como BP sostiene “la verdad del sexo no es develamiento, es sex design” (2). O sea que se compromete en un diseño particular del cuerpo y la subjetividad. Esta práctica busca producir un nuevo tipo de corporalidad, la biotecnología y las técnicas prostéticas son herramientas para esta construcción.

Ernesto Derezensky (EOL).

 

  1. “Formas radicales de ateísmo sexual”, Revista Ñ, Clarín, Buenos Aires, 2015, nº612,
  2. Preciado, B., “Testo Yonqui Sexo, drogas y biopolítica”, Buenos Aires, Paidós, 2014.