Asistimos en la actualidad a la proliferación de categorías que aunque son modo de segregación, crean en los sujetos la ilusión de cierta singularidad (1). Ante el fracaso de las identificaciones las categorías parecen ser modos de nombrar alguna particularidad y sin embargo son falsos nombres no solo consentidos sino buscados para tratar de nombrar el propio ser.

Frente a esta dinámica contemporánea, “todos diagnosticados y etiquetados”, el psicoanálisis reivindica la singularidad frente a la clasificación de los sujetos.

Pero ¿cómo resistir ante la colonización de este discurso que en el fondo responde a la lógica biopolítica de control y normalización de los cuerpos y las vidas?

El filósofo Ian Hacking, dedicado a analizar el fenómeno de las clasificaciones en las llamadas ciencias humanas, describe el efecto bucle según el cual hay una interacción entre las personas y las categorías en las que son clasificadas. Considera que ambas emergen al mismo tiempo.

Como afirma M. Martínez (2) postular una clasificación y aplicarla a las personas produce efectos en los individuos clasificados que reaccionan modificando su conducta y produciendo también un cambio en la clasificación misma que ha de adaptarse a las nuevas características de sus miembros. También se da una interacción con las instituciones que rodean al tema en cuestión y con el conocimiento especializado y popular. En este complejo proceso se “construyen” personas. Este enfoque implica un nominalismo dinámico, histórico.

Es una interesante propuesta que deja sin embargo de lado, como otras teorías constructivistas y nominalistas, la cuestión de lo real en el sentido de Lacan. Si tomamos la crítica de J. Alemán a estas posiciones herederas de M. Foucault, es evidente que los dispositivos históricos intentan controlar y producir las representaciones del sexo, la muerte y la vida pero para el psicoanálisis son respuestas a un real imposible. El sujeto es un efecto del lenguaje, del significante y las contingencias que se producen en el proceso de incorporación del lenguaje abren la posibilidad a algún tipo de invención sintomática.

Las clasificaciones intentan capturar de algún modo lo real pero dado que es imposible, algo queda fuera, algo siempre singular.

Mostrar esta singularidad es ya un modo de resistencia. D. Tammet (3), diagnosticado de autismo, nos da un hermoso ejemplo de la arbitrariedad de las clasificaciones. Tras hablar de su familia en términos matemáticos y referirse al amplio número de sus miembros (9 hermanos), afirma haber dado un paso más para, más allá de las cifras, referirse a diversos rasgos singulares que pueden o no compartir.

Emulando la maravillosa clasificación de la enciclopedia china de Borges afirma:

“…el tamaño hace tiempo que dejó de ser nuestro rasgo definitorio. Nosotros nos vemos desde otro prisma: aquellos que son estudiosos, aquellos que prefieren el café al té, aquellos que nunca han plantado una flor, aquellos que todavía ríen en sueños…”

Frente a la estrechez de miras que imponen las etiquetas contemporáneas, se trata de inventar modos creativos de resistencia.

Lierni Irizar.

 

  1. Conferencia de Eric Berenguer, ¡Identifíciate! En Radio Lacan.
  2. Ontología histórica y nominalismo dinámico: la propuesta de Ian Hacking para las ciencias humanas.
  3. D. Tammet La poesía de los números. Ed. Blackie Books 2016.