NUEVOS DIAGNOSTICOS, FALSOS NOMBRES

Por Santiago Castellanos.

El X Congreso Mundial de Psiquiatría de la Asociación Mundial de Psiquiatría, celebrado en Madrid en 1996, tenía como título One World, One Language: Un Mundo, Un Lenguaje. En este Congreso se trataba de implementar un pensamiento único y global bajo la hegemonía política de EEUU, que se expresaba en la nosografía psiquiátrica bajo la forma del DSM.

Lo que era inicialmente un nomenclátor útil para el registro epidemiológico se ha convertido progresivamente en un referente para la clínica y para la industria farmacéutica, que lo promueve con intereses propios a la lógica del mercado y del beneficio.

El nuevo DSM-V, publicado en mayo de 2013, incluye la desaparición de los ejes diagnósticos y amplifica por la vía de los Trastornos la etiqueta de la enfermedad mental a una gran parte de la población. Se da una vuelta más en el alejamiento de la clínica concebida a partir de la observación del caso clínico y se orienta hacia una referencia preferencial a la definición de los Trastornos, que se amplían con el cambio de nombres de algunas categorías diagnósticas e incluyen patologías que hasta la fecha no se consideraban propias del campo de la salud mental.

Un ejemplo lo encontramos en la consideración del “Duelo” como un trastorno que no excluye el diagnóstico de depresión. Este ha sido uno de los cambios más polémicos porque puede llevar a la medicalización innecesaria de una de las experiencias vitales más comunes de los seres humanos.

Aparece también el Trastorno del Espectro Autista que incluye el Autismo, el Síndrome de Asperger y también el Trastorno Desintegrativo Infantil y el Trastorno Generalizado del Desarrollo.

El Trastorno por Atracón (personas que comen en exceso más de 12 veces en 3 meses) se calcula que podría incluir al 6 % de la población.

El Trastorno de Excoriación (rascado compulsivo de la piel).

El Trastorno de Acaparamiento (hasta ahora incluido en el marco del TOC y definido como la dificultad persistente de desprenderse de objetos, independientemente de su valor).

La inclusión del Trastorno Disfórico Premenstrual ha generado una gran controversia por la invitación al manejo farmacológico con psicofármacos cuando hasta la fecha la medicina lo ha explicado por cambios fisiológicos hormonales que se consideraban normales.

El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad se modifica para ampliarlo a su diagnóstico a la edad adulta.

La inclusión del diagnóstico de Síndrome de Psicosis Atenuada, incluido en la sección III del Manual sin una definición nosológica precisa plantea el riesgo del etiquetamiento y el aumento del uso de los neurolépticos, sobre todo en adolescentes y adultos jóvenes.

Podríamos hacer una larga lista de modificaciones y novedades. Las consecuencias epidemiológicas de estos cambios están por verificarse en los próximos años, aunque podríamos decir que el abanico de la oferta para la promoción de identificaciones y nuevas epidemias es cada vez mayor. El propio Allen Frances que dirigió desde 1987 el grupo de trabajo que elaboró el DSM-IV publicó en 2013 el libro “Saving normal” en el que denuncia no solamente los excesos de la psiquiatría sino que reconoce que su grupo había contribuido inadvertidamente a crear tres falsas epidemias: el trastorno por déficit de atención, el trastorno bipolar en la infancia y el autismo. “Nuestra red fue claramente demasiado lejos y capturó muchos ‘pacientes’ que podrían haber estado mucho mejor sin que hubieran entrado en el sistema de salud mental” (1).

En realidad siempre podemos nombrar algo que no existe, que no está y el nombre finalmente reemplaza a lo que falta. El síntoma individual del neurótico siempre es susceptible de articularse con el campo de batalla de la cultura y de alienarse a través de la “identificación” con la existencia de síntomas de consumo masivo que son promovidos por el discurso de la ciencia.

Nuevos diagnóstico y falsos nombres que reemplazan la ausencia de “relación sexual” y proveen una identidad a la que agarrarse frente a lo real y el goce opaco al sentido.

Para el psicoanálisis de orientación Lacaniana el diagnóstico obedece esencialmente a una posición ética alejada de la ambición clasificatoria propia del discurso de la ciencia, independientemente de las diferentes formas que ha ido tomando en las últimas décadas. La clínica del síntoma considera una variedad que va del tipo clínico al caso único y formula la posibilidad de la invención a partir de lo que cada caso enseña al psicoanálisis.

 

  1. Frances Allen, Los Angeles Times, marzo 1, 2010.